jueves, 2 de julio de 2009

Abarrotes "La casa del Poeta"


Fuimos los integrantes del esquipo a un café cercano a la facultad para leer en voz alta los poemas escogidos. Éstos fueron: de Vallejo: “Los heraldos negros”, un par de cantos de Trilce, un poema en prosa y uno, el segundo, de España aparta de mí este cáliz. La dinámica era leer los cinco poemas seleccionados y después emitir juicios.
De Vallejo se habló bastante. Se señaló su evolución poética. “Se aleja de las formas clásicas y marca una distancia respecto a su identidad local” dijo alguien. Coincidimos en que el mejor Vallejo, a nuestro parecer, era el Vallejo ya alejado de sus conflictos de tierra y del dolor de los indios. Alguien señaló algo respecto al conflicto religioso que se siente en su poesía y su manejo deslumbrante del lenguaje. La cantidad de neologismos que entorpecen muchas veces la lectura pero que le agregan un color sonoro inconfundible. Después nos centramos en Trilce y de él se dijo: “Todo Trilce sigue una línea vanguardista con reminiscencias del modernismo”. Al final releímos fragmentos de “El buen sentido” y de “Batallas”, los más brutales.
De Borges se señaló la influencia de la poesía norteamericana. El viceralismo del primer Borges que contrasta enormemente con el segundo que ya matiza ese viceralimo a través de una serie de símbolos ya codificados: la eternidad, lo histórico. Se habló sobre todo de “Ars poética” en el que toda la formalidad del poema es el propósito del fondo. Se comparó el Borges de Fervor de Buenos Aires con el Borges adulto, el más complejo y, a ratos, también más transparente y honesto.
Huidobro tuvo que ser leído por partes (sobre todo el Canto V de Altazor). Yeesica comenzó leyendo pero no pudo terminar. Pepe continuó pero, después de quince minutos y de como setecientos molinos, desistió debido a la falta de aire. De Huidobro se dijo: juega entre significado y significante; funde metáforas de lo natural y lo mecánico; tiende a hiperbolizar. Se habló de sus constantes: el paso del tiempo, de la vida, lo universal y el universo. Se dijo, respecto al Canto V, que crea un ritmo ascendente y descendente. Para finalizar con el juicio de que Altazor es un libro que irremediablemente se consume a sí mismo.
Por último el buen Girondo quien se leyó ágil y rigurosamente. De él se dijo: maneja, a veces, como tema central la culpa; tiende a hacer muy sonoros los poemas repitiendo sonidos específicos; posee un tono desesperado que se contrapone a la construcción poética más serena; relaciona sus sentimientos con un paisaje inmediato; su poesía tiende al rechazo de lo vivo y lo humano.
Todo conforme se decía fue anotado en una libreta. Al final, después de varios cafés, malteadas y coca-colas, nos fuimos, dicho sea de paso, un poco golpeados por Vallejo.


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