jueves, 2 de julio de 2009

Santa Avenida


Avenida El extranjero




Terespol


I
Agnieszka llegó al cuarto donde se refugiaban, no recibió ningún tipo de saludo o abrazo, sólo había una mirada tímida al otro lado de la habitación y el triste sonido de unas rodillas que parecían cascabeles. Jona, nos vamos ya, las cosas se van a poner feas. Los hermanos tomaron sus escasas pertanencias entre las que figuraban un guardapelo de la abuela y cinco panes, una cantimplora con agua vieja y un par de botas de Agnieszka que por poco no tenían suela. Jona revisaba cada uno de los rincones para comprobar que no olvidaban nada, su hermana lo miraba impaciente y al mismo tiempo sabía que lo único que les quedaba era la ilusión de tener algo, pero no había nada, su vida entera se había consumido con la guerra y el aislamiento, sus ilusiones cayeron como el gobierno nazi un tiempo indefinido atrás, remoto como la promesa de la madre que volvería por ellos. No quedaba nada, mas Jona buscaba milimétricamente por si acaso, no fuera a ser que ese oscuro y demolido rincón de tres por tres metros, simbolo de su supervivencia, se fuera a quedar con la poca suerte que habían tenido durante los años oscuros del gobierno del caos. Te prometo que pronto tomaremos żurek caliente con la abuela, sólo tenemos que darnos prisa; si no, dejaremos de ser polacos, Jona, ya no hay nada, vámonos. Salieron sin cerrar la puerta a una calle bombardeada de recuerdos en la que tenían que saltar bardas y restos de lo que alguna vez fue su hogar. A dónde vamos, dijo Jona por primera vez en semanas. A Terespol, si todo sale bien cruzaremos el río antes del amanecer. Nunca habían salido de Brześć, él ni siquiera recordaba haber visto los ríos Muchawiec y Bug o los días de paz en que, le contaba Agnieska, solían comer fuera o acompañaban a mamá al mercado. Ahora no había mamá ni papá ni visita de los abuelos, lo que tenían era al otro: únicos compañeros de recuerdos y pesadillas, como hermana-madre de dieciseis años y Jona de sólo diez. Agnieszka se repetía durante las noches de insomnio que seguro sus padres no hubieran concebido al pequeño si huebieran sabido lo que vendría del oeste. Jonas, hablé hoy con un señor que sigue escondido en el centro, dice que ahora seremos rusos, que quieren cambiar las fronteras y Brześć ahora será Bielorusia, tenemos que cruzar el Bug para llegar a Polonia antes de que esto se ponga peor. Desde que están los rusos esto es espatoso para los polacos, estamos en tierra de nadie Jona, tenemos que llegar a Terespol, debemos llegar con los abuelos. Pero los abuelos viven en en Cracovia, repuso Jona, eso está al otro lado, tú me lo dijiste Agnie, no vamos a llegar. Es más fácil que lleguemos si estamos en el mismo país, camína más rápido, primero concentrate en Terespol y en que allí no somos extrangeros; dijo el señor que a los polacos mayores los expulsarán como Dios manda, pero a los niños huérfanos los van a enviar a Minsk, nos van a hacer bielorrusos, seremos soviéticos.
II

Nos invaden los alemanes, dijo mi papá en dos de septiembre de 1939, los hijos de puta entraron ayer el país, mañana llegan a Varsovia, ¿es acaso que nunca nos dejaran en paz los hijos de mierda? Mi madre permanecía sentada en uno de los bancos de la cocina con la mirada perdida en la corbata de su marido y con Jonas en las piernas. La furia de mi papá se comprendía, durante la primer guerra combatió bajo la bandera rusa contra nuestros porpios hermanos polacos dominados por el imperio alemán o en austro-húngaro, conocía los horrores de la guerra y veía en la cercano un triste porvenir para nuestra joven república desde que el "pigmeo austriaco" tomó las riendas del Nazionalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei. Ese hombre nos hará comer mierda en toda Europa de nuevo, repetía cuando las noticias de occidente llegaban, recordaba a su padre en el campo de batalla explicandole como disparar las distintas armas y, según contaba, sus dedos aún no alcanzaban a tomar el gatillo. Mi madre quedó atónita con la noticia de la invación, sabía que tardarían en llegar a Brześć pero temía por sus padres en Cracovia, ellos estaban en la frontera y seguramente estarían sufiendo el yugo nazi a esa misma hora. Siguió en silencio mientras mi padre vociferaba improperios al aire, era una mujer cracoviana de buena familia, educada y prudente, no perdería la compostura así le pusieran una pistola en la sien. Yo no comprendía bien cuál era el problema, mi mente era tan debil que con trabajo recuerdo la escena y si algo es fijo es el mísero silencio que siguió a la llegada de mi padre, sólo se quebraba por la risa de Jonas en las piernas de mamá, vuelvo a ella, un ángel de porcelana cargando un muñequito de bucles rojisos; este era el cuadro de las victimas: Una sala con un hombre pensativo, una señora inmovil en la silla del comedor, la esperanza encarnada en el niño y yo pensando que todo era un gran juego de mal gusto, mi padre no comprendía el límite de sus bromas y casi nadie distinguía cuando eran unicamente ficción, nadie pero mi mami, ella, la sonriente Svetlana, la silenciosa fábrica de cariños, la buena mujer, la que dejó caer un par de lágrimas para que yo entendiera que de ahora en adelante no habría humor en papá.
III
Tenían ya un par de horas caminando, esquivaban soldados o culaquier otro ser viviente, los caminos seguros para los demás se convirtieron en sus rutas peligrosas, no querían ser enviados a Minsk antes de si quiera ver el río. En un edificio derruido se detuvo Agnieszka. Te voy a presentar a alguien. No quiero, tú me dijiste que hay que cruzar el Bug. Pero cuando ella desapareció en el umbral Jonas no tuvo más opciones. El lugar era inhabitable, ni por error alguien viviría allí a principios de invierno y sin un sólo centímetro de techo sobre la cabeza; las estrellas eran las bombillas y las sombras no representaban sino la oportunidad de esconderse cuando percibieran a algún rojo en las cercanías. Ves ahí donde cae la luz de la luna, preguntó a Jonas, sí, qué tiene de especial. Te contaré una historia: cuando los rusos tomaron la ciudad poco después de que los alemanes comenzaran a invadir el oeste papá se tranquilizó, pues a pesar de todo el creció en la Polonia rusa, pero mamá no dejaba de llorar y presentir lo peor. Asi pasaron dos años, papá era un soldado ocupado en transmitir las noticias que llegaban de Terespol, era un buen trabajo y nos aseguraba la comida; pero la esperanza fue el mal que se quedó al fondo de la caja de Pandora, contaba mamá mientras papá nos repetía: no se preocupen princesas, los alemanes nunca verán Brześć en el mapa, somos una ciudad sin importancia. Un día de verano vine a este mismo edificio con la comida que le enviaba mi mamá, de repente escuché bombas y gritos, yo no sabía qué era eso, hasta entonces entendí la palabra guerra. El 22 de junio de 1941, le interrumpió Jonas, viste el cuerpo de papá sin vida en un edificio hecho trisas, ¿verdad? Los hermanos guardaron silencio más de una hora, viendo las estrellas enmarcadas por paredes sin forma. Vamonos al Bug, le dijo a Agnieszka y esta se puso en pie. En la calle alcanzaban a ver las cúpulas de la iglesia de la Resurrección.
Caminaron más de dos horas más antes de volver a descanzar, atravezar la ciudad escondiendose de todo el que pudiera verlos fue una tarea ardua, como pudieron se acercaban al río pero conforme la distancia mermaba se encontraban con soldados rojos. Llegaron a las zonas boscosas del norte, lejos de la fortaleza y de todo puente útil. ¿Sabes cómo llegar, Agnie?, decía Jonas con la voz entrecortada por el frío, occidente, siempre a occidente, ya he caminado la ciudad y siempre es a occidente. Entre los árboles no desvanecía el peligro, los rusos vigilaban todo. ¿Papá era ruso o polaco? Papá era polaco, Jonas, un buen polaco; pero cuando él nació Polonia no existía y vivía en el territorio de Rusia; mamá nació en Cracovia, ella era polaca de Galizia, en Austria-Hungría. Antes de la guerra no teníamos país y ahora tú y yo estamos por repetir la historia si no llegamos a Terespol lo antes posible. ¿Era papá... Papá era bueno, Jonas, los dos lo eran, ahora callate y camina más rápido. Él se quedó paralizado, Agnieszka siguió caminando un poco, pero al regresar la mirada vió la cara de su hermano bañada en lágrimas. ¿Jonas? ¡No, no me digas, no me digas, no quiero dejar Brześć ni quiero que te vayas! Jonas, reprendió ella con voz queda, tranquilizate ¡No! Su pie se enganchó entonces con algo en el piso y calló en un charco de cieno helado, su hermana lo ayudó a levantarse y del tobillo retiró un grillete oxidado. Ya de repuestos de la minúscula crisis continuaron. Jamás sabrían que ese grillete llevaba más de cuatro siglos oculto, esperando algún tonto a quien jugarle una broma: había sido forjado en Ryazan, viajado mucho en la época en que los teutones aún dominaban Riga, calló a las orillas del Bug y desde entonces e inmovil paso del territorio lituano al polaco, de éste al lituano nuevamente y después a la confederación Polonia-Lituania y después, por mucho tiempo, sería parte del Imperio Ruso, ahí, quieto y pesado cambió de nacionalidad como de aires, en 1918 volvió a ser polaco, ahora era miembro honorario de la Union de Repúblicas Socialistas Soviéticas y se consideraba a sí mismo un bieloruso de fina estampa.
Poco antes del amanecer llegaron los hermanos a las orillas de río y la nieve comenzó a caer.
IV
Mamá simplemente nunca regresó, dice mi hermana que algún ruso hijo de puta la ha de haber matado o raptado, sí, eso dice mi hermana, pues los rusos no traen nada bueno. Cuando nos quedamos los dos solos abandonamos la casa para buscar algún tipo de ayuda, pero fue imposible hacer algo durante la guerra. Después regresaron los alemanes y nos encerramos en un cuarto de nuestra antigua casa, dice mi hermana que fueron años en los que salía una o dos veces a la semana en busca de comida. Yo no volví a ver el exterior mas que en escasas ocasiones, como dos o tres, hasta que la guerra terminó y los rusos volvieron de Brześć su prostituta y de los polacos unos imbesiles que les adoraban "Salve Rusia que vino a rescatarnos" se oía por las calles, los rusos son unos desgraciados, decía Agnieszka y yo le creo aún ahora. Ella me contaba sobre los tiempos mejores, me hablaba de los abuelos en Cracovia, de la cena que nos darían cuando acabara la guerra: żurek y gulasz, los mejores embutidos, pan de centento negro y hasta filete empanizado. De esa comida yo no conocía nada, durante la guerra uno se come hasta lo impensable.

Recuerdos que me llevo de Brześć:
la casa destruida.
un grillete oxidado.
la escarcha del río.
V

ja de sí o ja de yo

¿Sabes cómo dicen los alemanes 'sí'? Preguntó Agnieszka a Jonas cuando por fin vieron el amanecer a las orillas del Bug, con la fortaleza hacia su izquierda y traqueteo de la gente sobre los puentes no muy lejos de donde ellos estaban. No, cómo dicen. Los alemanes dicen ¡Ja! Jonas soltó una carcajada estruendosa que a su hermana le despertó miedo de que los fueran a encontrar los soldados. Dicen ¡ja!, que tontos son los alemanes. Ella lo dejaba reir, serían sus últimas risas en Brześć antes de cruzar el río nadando con confianza en que la nieve les encubriea el rastro. Todos, hasta los soldados rusos, siguen siendo niños y se distraerán viendo la primer nevada; gracias Dios de los cristianos. Los alemanes dicen: ¡ja!, los alemanes dicen: ¡ja! La gracia radicaba en un aspecto muy simple entre el polaco y el alemán, en polaco 'sí' se dice tak y ja significa 'yo'. ¿Y sabes cómo dicen los rusos? No, cómo dicen los rojos. Los rusos dicen ¡Da! La carcajada de Jonas también retumbó, pero no como con el ja alemán, una segunda risa nunca iguala a la primera. Esos rusos suenan tontos, dijo mientras finjía idiotéz y repetía ¡Daaaa, daaaa, daaa! Entonces Agnieszka lo arrojó al río y le siguió.
- - - -

¡Jona, Jona, Abre los ojos, Jona! Agnieszka lloraba sin miedo a que alguien los escuchara. Presionaba sus manos en el pecho desnudo de Jona, después unía sus labios con los de su hermanito para darle un poco de oxigeno caliente, volvía a golpear su pechito blanco y de costillas saltadas, nuevamete la respiración de boca a boca y ahora el llanto. Entonces sintió la manita fija a su vestido y gritó nuevamente su nombre. Él contestó: ¡ja!

Terespol

El pueblo estaba invadido de militares pero ahora estaban en su territorio. Por el puente cruzaban aquellos que el gobierno sovietico expulsaba de sus hogares para apropiarse de la ciudad, caras tristes que no entendían porque después de tanto tiempo tenían que dejar las casas, negocios, escuelas y templos a los que donaron el alma, todos querían estar en Brześć sin importar la nacionalidad; aún así tenían que atravesar comodamente el puedente con sus pesados abrigos, Agnieszka y Jonas habían huido por orgullo y miedo, deberían estar del otro lado para que un tren los llevara a Misk y vivir en un horfanato y escogieron la libertad de su patria. Como pudieron se sumaron a la gente que desfilaba en busca de algún tipo de transporte, ellos brillaban con sus sonrisas entre la oscuridad del llanto, pensaban en los abuelos que con trabajos reconocería Agnieszka, en el żurek y el gulasz, soñaban con un futuro pacífico, con abrigos secos, no, mejor en un verano cálido del río Vistula, soñaban y soñaban y todo estaba bien. Subieron tomados de la mano a un autobús que se dirigía a la capital, allí buscarían como contactar a los abuelos.

Polska Rzeczpospolita Ludowa

Antes de que el camión arrancara se les entregó a todos los pasajeros unos panfletos con información proselitísta de tipo soviético, entre sus lineas asomaba el nuevo nombre del país: República Popular de Polonia. Ya viste Agnie, estamos en Polonia, ya no tenemos que tener miedo de ser bielorrusos en una ciudad lejana. Antes de obtener una respuesta le contestó una viejita que venía en el asiento de atrás:

・Yo nací antes de la primer guerra, nací antes de la misma Polonia siendo polaca austro-húngara, vi el desastre de nuestra tierra y el ataque de los nazis, veo como ahora son los rusos los que imponen la manera en la que debemos vivir. Niños, creo que Polonia es el nombre de la esperanza cuando se sabe que no existe.




Carlos Ponce Velasco

Avenida "En las alturas"


Patria, absurdo,
las tradiciones utilizan continuamente las mismas palabras, giros, triunfalismos: desarrollo de vuestras familias, de vuestras personas, connacionales: Estado nacional, gramática nacional, salud nacional, válvula de e escape nacional, paraíso nacional, himno nacional, traición nacional, fiesta nacional, etc.,
sobre el catedrático: cuando contemplamos a un hombre al que matan de una forma misteriosa, pero cuya muerte no se produce inmediatamente sino poco a poco, sin que el interesado sepa quiénes son sus asesinos, aunque no haya duda alguna de que se trata de una muerte violenta; así pues, cuando vemos a u hombre así, que, lentamente, de forma plenamente consciente, asume la esencia de un muerto, nada puede evitar que yo crea en esa imagen, nadie podrá evitar nunca que vea esa imagen; escribo mi artículo y lo entrego en la redacción, doy un paseo,
durante horas de un lado a otro,
esa gente, cómica, autoengaño: sus contorsiones faciales,
cómo podrían volver a salir de la cárcel en que fueron encerrados,
no queda la menor esperanza,


-Thomas Bernhard, En las alturas (Fragmento)


Avenida Jóvenes talentos

El RP siempre se ha caractaerizado por contar con gente talentosa entre sus filas, tal es el caso del ya multiconocido RC que no hace poco ganó una módica cantidad aportada por la Fundación para las Letras Mexicanas, he aquí una muestra de su trabajo:

Tal vez una mañana yendo en un aire de vidrio,
Árido, volviéndome, veré cumplirse el milagro:
La nada a mis espaldas, el vacío atrás de mí.
-Eugenio Montale
Golpeo la delgada superficie de la luz
Que se abre como una madre blanca,
Una flor que nombre y disuelve
En un breve estallido de marasmo
Los nombres en sus formas.

Una luz frugal
Que se encuentra en
Los contornos que recuerda,
En el contacto preciso
De su lengua y los objetos que saca
De un oscuro sueño,
Donde los sonidos se desprenden
Como escamas secas de reptil
Para mudar hacia una piel más tersa.

Golpeo la delgada superficie de la luz
Que se abre como una madre blanca,
Una luz nueva que hiere
Y hace brotar el miasma de los cuerpos
Separados en la punta de un bastón
Que en la claridad del ojo
Hace mover las aguas:
Los árboles calizos
Se desmenuzan en las ramas de la canícula
Y el aire estanco se repliega con sus horas.

Las casa un árbol seco mis manos
Un rostro borrado por el sol
Vaciado en el suelo de la plaza
Que arde en el tipo de luz
Que devora a un lente
Y que se adhiere también a los edificios
A las partículas del aire
En ese momento en que todo muestra
Su rostro de barro primigenio
Y la ciudad se deshace en piedra
Y el mar se deshilvana
En una niebla pesada que las ruinas visten
Esqueleto de un dios inmemorial
Que se abre en su costillar de ciudad partida
Y del que sólo se conserva el ritmo de su nombre blanco
Que hace temblar las casas
Y las vacía de todo significado
De la virginidad más pura y de la belleza
Que en ese rumor de animal enfermo
Ya nada significa.


Después todo regresa
Como el agua que vuelve a su cauce
Trayendo el fárrago acumulado
del tiempo que normaliza la luz
Y la cubre de una lámina severa,
Ahogándola en un rictus único e irrepetible,
En un grito estático que la habita
Como a los ojos enlucidos de los ciegos.

Avenida sobre el espejo

Esferas
Para Alejandra Pizarnik

Hay un fantasma de piel en donde bulle el viento,

la resolana del fuego interminable.

Allá lejos cuando sucumbe el cielo

su mano agria exprime la obscuridad sedienta.

(un día fui a la playa, no vi nada,

sólo al regresar, el pasto mestizo,

medido, seco, friolento del ocaso

apretujaba la fauce de los dioses)

Hay un fantasma de piel en donde bulle el viento,

siempre alza la voz, y se retrae en un movimiento

de zarza malherida, para reacomodar

su lengua múltiple de carbón en la montaña,

el párpado cerrándonse a las estelas de la lluvia,

el resoplar rapaz de la fuente irradiada de sí misma.



Ahmad Peñalosa

Avenida del gato




Mirar como miran los gatos

José Roberto Pulido Tinoco
Una de las cosas que más suelen mortificarme es tomar a un gato, sostenerle el rostro y quedarme largo rato mirándolo a los ojos, abismándome cada vez más y más hasta quedar embelesado frente a la enigmática mirada del animal.
¿Qué esconde el gato detrás de su mirada?¿Cómo ve el mundo?
Las investigaciones científicas aseguran que un gato ve la realidad deformada, como si entrara uno a la casa de los espejos.
A pesar de eso no lo entiendo bien, porque entonces ¿Qué es lo que realmente mira el gato cuando mira el mundo? no lo sé, pero Lorna Crozier sí que lo sabe o por lo menos lo intuye, ha pasado gran parte de su vida escudriñando el mundo bajo su óptica gatuna, para ella mirar el mundo es automáticamente nombrarlo, merodear como el felino por todo el territorio, silencioso, meditabundo, poniendo atención en los pequeños detalles, luego, busca la presa y con todo sigilo se lanza sobre ella dejando la marca de sus garras y colmillos.
Algo similar pasa con La perspectiva del gato, nos vemos afectados desde el inicio por su lenguaje incisivo e irónico, por el tratamiento elegante de la poesía, muchas veces terrenal y otras al borde de la metafísica más absoluta.
Este libro pone de manifiesto el talento que rodea la obra de Crozier, parece como si todo el tiempo alguien le dictara la palabra precisa al oído, su poética es transparente, un gran lago estático y sereno en la superficie, (donde se puede admirar el amor que la autora siente por la palabra), pero con un cauce interno que desemboca en algún punto donde se conjuga el pasado con el presente. Ella como tantos otros busca la palabra primigenia, se siente deudora de una tradición ancestral, aquella en la que los poetas eran los sacerdotes y la única manera en que la naturaleza escuchaba era a través de la poesía.
No se mal entienda el estático y sereno, es un libro ágil, ágil en todos los sentidos, fluye de un lado a otro continuamente, hay poemas llenos de erotismo donde se puede percibir la respiración del cuerpo, existe una violencia sexual igual a la del gato, por momentos recuerda a Leonor Kandell, otras veces a Les Muray, Kinell, Withman o Vallejo.
Dice Pound que para que un poema sea realmente bueno debe tener tres características principales:
Tratar la “cosa” directamente, ya fuese subjetiva u objetiva.
Prescindir de toda palabra que no contribuyera a la presentación
En cuanto al ritmo: componer (escribir) siguiendo una secuencia análoga a la de la frase musical, y no en una secuencia de metrónomo.

Estos tres puntos pueden sonar absurdos hoy en día, sin embargo algunos poetas parecen no tomarlos en cuenta. Lorna Crozier por el contrario, no parece olvidarlos nunca, sus metáforas son precisas, no hay poema al que sobre o falte cosa alguna, dicen precisamente aquello que deben decir y en cuanto al ritmo, no deja nunca ser musical, como afirma Carmen Leñero, “La suya es una música del cuerpo, atemperada en los huesos, encarnada en desplazamientos concretos” su música se extiende y distiende continuamente, es una música visceral que se encarna en la necesidad de buscar un origen: el suyo, el de la humanidad, el de la palabra.
En la perspectiva del gato existe todo un universo poético propio a la autora, Canadá, la nieve, el frío, pero ese universo exterior es precisamente el que nos sirve para adentrarnos en el interior: en la pasión, el amor, el dolor, la pérdida, la ausencia, las ganas de conocer, habitar y permanecer en la palabra escrita.
No existe el miedo a decir lo ya dicho o hablar de los grandes temas de la literatura, la poética de Lorna Crozier es una poética que se renueva de forma continua, que hecha mano de lo cotidiano para ahondar en las profundidades del espíritu. Por ejemplo en inventando al halcón o en el niño que camina para atrás o la noche en que me concibieron.
Otras veces su Númen como ya se ha dicho es meramente metafísico, habla de cosas profundas de manera profunda, como en Lección de perspectiva, Enamorarse, soledad, apócrifo de luz.
Las seis partes que componen el libro, son una suerte de esferas a la manera de Dante, pareciera como si se tratara de una escalera al cielo, conforme va transcurriendo la lectura, uno se siente en ascenso, el espíritu se separa del cuerpo y de momento muchas verdades nos son concedidas por la autora.
La perspectiva del gato es un salón de espejos encontrados, existe una realidad que se multiplica infinitamente hasta que la dejamos de percibir, pero sabemos que existe y actúa dentro de nosotros. Nunca sabemos en que momento precisamente nos dejamos seducir para siempre por la mirada del gato.
No podemos decir entonces que los gatos deformen la realidad cuando la miran, tal vez el hombre es quien mira de forma equivocada, pero no Lorna Crozier, ella es desde ahora y para siempre es un gato, un gato que como diría Withman, irrumpe con su alarido por los tejados del mundo.

Avenida El besucón




Siempre hemos pensado que cuando el mundo está de cabeza es, porque efectivamente, está de cabeza, sin embargo un abrazo nunca sobra para hacerle sentir a alguien que vale la pena (aunque éste no valga realmente la pena), tal es el caso de Roberto Culebro el cual recibio del propio Juan Villoro un reconfortante abrazo tras su lectura de la presentación de Valle-Inclán en el marco de las conferencias de la colección del Universitario.
Roberto Pulido

Avenida "Sabor Troopical"



LOS SÍMBOLOS, EL LENGUAJE Y LA TRADICIÓN EN LAS NOVELAS REGIONALISTAS

Las “novelas de la tierra” conforman, en opinión de Trinidad Pérez, la “primera fase coherente de la narrativa latinoamericana”. Éstas, después de la maduración que significó la narrativa decimonónica, fueron el fruto de una identidad consumada; prueba de ello es el pacto de verosimilitud que intentan crear los autores de dichas novelas. Intención que, tal vez, heredan de su tradición peninsular.
A modo de ruptura con su pasado inmediato, éstas novelas no buscan la creación de símbolos que identifiquen una región territorial con una identidad, sino que éstos, son más bien resultado de una identidad ya afianzada en el mestizaje.
No en vano son llamadas novelas telúricas pues su hilo común es la presencia de la tierra como personaje principal y el hombre homólogo a ella. Bastaría con citar la línea final de La Vorágine pare entender esta relación.
Podría decirse que en el fondo de las anécdotas que tejen los autores, permea la presencia del conflicto entre la civilización y lo salvaje; esto matizado en otros símbolos, como serían: La pampa, la selva y el llano. Este conflicto principal llevará al lector de la mano hacia otro de suma importancia en los comienzos del siglo XX: la modernidad y su relación antinómica con estos territorios periféricos en los que todavía domina una forma de vida más bien colonial, territorios que entre la violencia y la explotación tienden a desaparecer.
Borges matizaba el carácter elegíaco de Don Segundo Sombra diciendo que cada acto narrado en la novela crea la sensación de ser el último. Así, al leer la novela, en realidad llegamos a la contemplación de un mundo ya mítico. Es la misma Teresa Pérez quien recuerda que al escribir Güiraldes, el gaucho en realidad era una figura ya extinta. Así que lo que el autor argentino se propone es matar nuevamente al gaucho pero esta vez llevándolo a una apoteosis iconográfica de la tradición del cono sur.
A su vez tanto la pampa como el llano y la selva servirán de punto de referencia para entender la interioridad de los personajes que a ellas están ligados. Todos los padecimientos que sufre la tierra son asimilados por los personajes en una especie de mimesis envolvente. Aquí entrarían los caucheros, los gauchos, los terratenientes como Doña Bárbara y los ilustrados como Santos Luzardo y hasta Arturo Cova.
La relación medio-personaje se da, en gran medida, a través de la presencia de la violencia. En La Vorágine, por ejemplo, podemos recordar cómo se paraleliza el desangramiento de la selva por parte de los caucheros con el desangramiento que, a su vez, la selva les retribuye.
La violencia, dicho sea de paso, fungirá como catalizador de la acción que se desarrolla al interior del corpus literario, llegando, en algunos pasajes, incluso a tomar matices naturalistas. Violencia que se manifestará en distintos planos: en el gaucho, por ejemplo, será más emocional y en indio será mucho más física.
A todo esto se contrapone la imagen de la ciudad que siempre aparecerá de modo referido. Difuminada entre las conversaciones que la colocan en una posición de anhelo que nunca llega a cumplirse, salvo en la imagen de Santos Luzardo, que, en cierta medida, lleva la ciudad consigo.
Cabe destacar que en contraste con la tradición de novela latinoamericana, esta nueva narrativa no pretende tener un fin pedagógico sino simplemente construir un juicio crítico sobre una realidad altamente hostil para sus habitantes.

El lenguaje en las novelas, sobre todo en cuanto a sus personajes se refiere, está íntimamente ligado a la tradición de la novela española de finales del s. XX, especialmente representada por “Clarín” y Pérez Galdós, en la que se busca registrar el lenguaje oral como prueba fehaciente de una acercamiento a lo real.
La voz del narrador en las novelas no puede ser más disímil. Sólo en La Vorágine el lenguaje del narrador se encuentra en varios niveles; algunas veces tendiendo a lo lírico y modernista y otras afianzándose en la claridad narrativa. Esto puede ser un resultado del puchero emocional que es Cova. Recuérdese como ejemplo de lo primero el comienzo, sumamente poético, de la segunda parte del libro de Rivera.
En Don Segundo Sombra el narrador obedece a un registro mucho más diacrónico, centrado mucho más en una voz monocorde que se complementa por los tonos agregados de los personajes. El narrador, un gaucho culturalizado, no pierde jamás economía lingüística propia de la gente de campo que Borges tanto alababa en el Martín Fierro.
Rómulo Gallegos, por otra parte, crea, a diferencia de las otras dos novelas, un narrador omnisciente que ordena de una forma mucho más clara la estructura del discurso, echando mano de un tono poético. Este orden diferirá de la estructura atropellada y fragmentaria que posee la novela colombiana propia de su arquitectura, siendo ésta la hipotética recopilación de papeles dispersos escritos por el personaje principal.
A pesar de que las tres novelas conforman un ethos continental cada una obedece a una naturaleza lingüística propia de cada país. Es claro que estos autores son víctimas de su emoción compulsiva por agregar americanismos a las benditas novelas. Haciendo padecer al lector poco avispado dengues lingüísticos al no contar con un glosario pertinente y haciéndolo caer en errores interpretativos propios de una palabra tan divertida como lo es “chinchorro”.
Estas tres novelas sirven como eslabón entre la generación de escritores decimonónicos y los escritores del Boom. Si bien es cierto que las novelas telúricas tienen una antecedente muy inmediato en Quiroga (quien además contemporáneo suyo) es, no menos cierto, que el cenit de este tipo de literatura no es alcanzado sino hasta la llegada de estos tres novelistas: Gallegos, Güiraldes y José Eustasio “El Chinchorro” Rivera. Así pues la tradición se afianza en la realidad social, política, histórica y lingüística latinoamericana. Sobre todo en escritores como Mario Vargas Llosa, Rulfo y Carlos Fuentes.

2.-
Tres historias, tres realidades desarrolladas en diferentes espacios de América del Sur: Colombia, Venezuela, Argentina. Donde las diversas condiciones climatológicas y naturales marcan el punto clave de las novelas denominadas del paisaje: La Vorágine, Don Segundo Sombra y Doña Bárbara. Representaciones de la selva, la pampa y el llano que configuran una forma de ser de las personas y más aún, que fungen como el personaje principal en cada una de las novelas. Éstas están marcadas por un determinismo, pero un determinismo que no se encuentran en los terrenos de lo humano, es un determinismo con un sustento telúrico.
Estos tres espacios que representan, por decirlo de alguna forma, la barbarie, se encuentran confrontados con la ciudad, la civilización. En el caso de La Vorágine es la Selva ante Bogotá, en Don Segundo Sombra la pampa vs Buenos Aires y por último Doña Bárbara, el llano vs Caracas. El hecho de que estos espacios se encuentren en conflicto no quiere decir que éste sea uno abierto y tangible, sino por el contrario, una pugna entre las ideas del progreso y la modernidad contra un modelo colonialista de explotación y esclavitud.
Al parecer en la novela regionalista cada uno de los personajes funciona como una extensión del paisaje, como por ejemplo el gaucho-pampa, Cova de la selva, etc. Y también este vínculo que une el paisaje- personaje delinea la personalidad de éste último. “El concepto de Franco empezó a angustiarme: “Era yo un desequilibrado impulsivo y teatral”. La selva que absorbe a todo y a todos, la selva con vida propia cuyo reflejo es Cova “impulsivo y teatral”.
“Para mí todos los pueblos eran iguales, toda la gente más o menos de la misma laya, y los recuerdos que tenía de aquellos ambientes, presurosos e inútiles, me causaban antipatía.” El gaucho Cásares aislado, huraño como aquellas pampas y playas solitarias que guardan los rumores del retiro y la austeridad.



Avenida Cono Sur


Con sabor a Mate y Ron

El océano Artlántico


Para Borges la biblioteca era una especie de Paraíso, un hogar. Arlt, por otro lado, sólo puede entrar en ella como ladrón. Como dice el siempre divertido Bolaño: “Es rápido, arriesgado, moldeable, un sobreviviente nato, pero también es un autodidacta, aunque no un autodidacta en el sentido en que lo fue Borges: el aprendizaje de Arlt se desarrolla en el desorden y el caos, en la lectura de pésimas traducciones, en las cloacas y no en las bibliotecas. Arlt es un ruso, un personaje de Dostoievsky, mientras que Borges es un inglés, un personaje de Chesterton, de Shaw o de Stevenson, incluso, a veces, pese a él mismo, Borges parece un personaje de Kipling. “
Si existe alguna forma para denominar la literatura argentina de la primera mitad del siglo XX ésta sería una literatura triangular, reflejo inequívoco de la sociedad y del espíritu humano. Dicho triangulo estaría compuesto así: Güiraldes en un extremo, Arlt en el otro y Borges en la punta como figura emblemática. Entre las líneas de este triángulo, y en las mismas aristas, pueden encontrarse autores no menos memorables: Bioy, Cortázar, etc.
“El Gaucho” Güiraldes reflejaría la pampa, los gauchos, esos símbolos que le sirven para codificar el significado de la literatura nacional[1]; Borges, por otro lado, se colocaría en otra esfera. Una que toma elementos de lo gauchesco pero que sobre todo se cimenta en un universo fantástico. Arlt estaría en las antípodas de estos dos escritores. Su universo es subterráneo, periférico, inmerso en los suburbios tanto metropolitanos como lingüísticos.
Quizá uno de los mayores aportes de Arlt a la literatura argentina –y a la latinoamericana en general- sea el uso del habla popular. No de el habla de los gauchos, que aunque popular poseía cierto reconocimiento, quizá fundamentado en la nostalgia. El lenguaje de los libros de Arlt es el que él escuchaba en los suburbios y conventillos[2] , un lenguaje vivo, vitArlt, que se alimenta del lunfardo y que se mueve con su ritmo. Sus novelas son un tango en prosa, milongas que bailan prostitutas y ladronzuelos.
Arlt, como sus personajes constantes escribe desde el fracaso. Por más que la crítica moderna ha intentado desprender al autor del narrador, en el caso de Arlt, como en el de muchos otros, esto resulta más bien imposible. Los personajes de Arlt son una especie de trasunto de él mismo, de sus pasos. Como señala Piglia los personajes de casi todas las novelas de Arlt se mueven entorno al dinero, a la pobreza y a la necesidad de poseer no sólo el dinero necesario sino el excedente.
No hay que olvidar que Arlt escribe en tiempos de crisis. Argentina en los primeros veinte años del siglo XX sufre de graves problemas económicos, problemas que, a la larga, se solucionarán debido a su papel imparcial en ambas guerras mundiales. Esto también dará como resultado que se convierta en un país de inmigrantes donde todos y cada uno, deberá encontrar cómo ganarse la vida.
El dinero en Arlt será de suma importancia. Tanto en los Siete locos como en El juguete rabioso funge un papel de catalizador. Debajo de todos los problemas existenciales está la identidad a partir del problema pecuniario. Una clase media que no cuenta la jerarquía histórica que tienen por ejemplo la pobreza y la riqueza. El clasemediero es un hombre gris, un hombre que ni siquiera es pobre y que por lo tanto no puede verse como víctima. Este será el centro del drama artliano: la imposibilidad de moverse de esa mediocre posición social y lo que de ello resulta.
“Frente a la hipocresía de la clase media, sólo preocupada por aparentar –aparentar riquezas que no se tienen o <>, una moral de escaparte que tapa con formalidades sus deslices- los personajes de Arlt prefieren desmarcarse y transgredir; sólo queda saltar los límites de su clase, convertirse en marginales para llegar al fondo de sí mismos y poder ser. Ser a través del mal, de la estafa, del crimen. Pero ser.”[3]
Pero la obra de Arlt va más allá de un simple retrato de su época o su condición, es una obra que se sumerge en un interminable río existencial: sus personajes centrales son más que personas, son ideas, como en la tragedia griega, cada uno tiene un papel específico que representa un concepto determinado.
Gilles Deleuze plantea el concepto de “desterritorialización”. Esto es un sistema de valores que irrumpe (o al que uno se mueve) en el universo propio y que tiene como resultado que todos nuestros conceptos e ideas cambien, es decir, se muevan hacia otro territorio en el que se acomodarán hasta ser nuevamente “desterritorializados”. Por lo menos en Los siete locos y El juguete rabioso la narración comienza en la grisura. Con Silvio Astier un poco menos, ya que su proceso es en cierta medida inverso al de Erdosain. No hay que olvidar que la novela está narrada como memoria, es decir, desde el punto de vista de un hombre derrotado, así esos años de infancia (los que corresponden más que nada al primer capítulo de la novela) son vistos en cada uno de sus actos como un triunfo irrepetible. Astier es un ladrón y en su papel encuentra todas las libertades, aquellas que pierde en la mediocridad del tener que conseguir un trabajo.
Erdosain por su parte, es un hombre frustrado desde el principio, lleno de complejos y desavenencias, fustigado por una realidad que no perdona su posición social. Pero es desde ese lugar, donde Erdosain elige tomar una decisión que cambiará aparentemente el rumbo de su vida.
Tanto uno como el otro llegan a un punto medio, la “desterritorialización”, casi siempre ocasionada por una relación amorosa frustrada. En las que, dicho sea de paso, Arlt posee un dominio verdaderamente apoteósico y genial. Esta relación frustrada será el disparador de un drama existencial que poblará ambas novelas.
Los principales antagonistas de las novelas de Arlt son los mismos héroes. Verdaderos anti-héroes que se hunden en el existencialismo y el determinismo de su posición ambigua dentro de la sociedad. Tal vez para explicar la obra de Arlt haya que recurrir a un verso de Baudelaire:
Yo soy la herida y el cuchillo,
Soy la bofetada y la mejilla
Soy los miembros y la rueda,
Soy la víctima y el verdugo.

BIOY POR LOS JARDINES DE MARIENBAD

Pensar el tiempo es en rigor situarse en la temporalidad del individuo. Nuestra existencia se reduce a una concepción ubicada en la decadencia perceptiva que termina por dar paso a la discontinuidad traducida en una vindicación de tiempos concretos. De esta manera, sería factible aplicar a la vida la idea saeriana en torno a la novela: vivimos, pues, en un movimiento continuo descompuesto.
1962 es el año de estreno de una de las películas más cercanas a esta configuración de la realidad: El año pasado en Marienbad de Alain Resnais, con guión de Alain Robbe-Grillet. Es posible que el director lograra uno de los trabajos cinematográficos más complejos que se han hecho en la corta vida del cine. Después de todo, como diría Theo Angelopoulos, la vanguardia, a cincuenta años después de que comenzara el movimiento, aún es la Nouvelle Vague. Lamentablemente, en los créditos no aparece la fuente de la renovación: La invención de Morel.
Quizás el prestigio del que gozaba Robbe-Grillet en el momento fuera un obstáculo para la ovación necesaria en el Festival de Venecia (la película ganó el León de oro). Pero esto ya no importa, y si ya he comenzado a calcar citas no veo por qué no aplicar también a El año pasado en Marienbad el comentario de Guillermo Cabrera Infante acerca de La invención de Morel: “La más hermosa historia de amores imposibles jamás filmada”.
El resultado de la película habría sido absolutamente distinto sin la complicada estructura sobre la que se apoya la novela. Si bien es cierto que la trama es sencilla y el lenguaje fluye a partir de una sintaxis liberada de florituras, el constante río que resbala bajo las palabras tiene más corrientes internas de las que podría percatarse el nadador inexperto. Al igual que en los jardines de Marienbad, nos perdemos en una derivación exponencial del tiempo en el que los signos dejan de ser signos para convertirse en una repetición infinita de instantes irónicamente paralizados en su misma naturaleza.
Jean-Luc Godard dijo en sus Histoire(s) du cinéma que el cine era como la flor de Coleridge. La invención de Morel es acaso también una de las reencarnaciones de este sueño. Lo mismo puedo decir sobre la invención maquinal, brutal, de Resnais. Y puede ser que este renacer prolongado de la realidad sobre sí misma, tal vez del sueño de la realidad, sea lo que léxico conciba el ambiente opresivo, enclaustrante en el que desembocan las dos obras. El universo y su reviven ante un espectador que finalmente pierde la seguridad de su existencia a causa de esta ruptura de los tiempos concretos de la que he hablado. En la obra de Bioy, Faustine es el círculo cuyo centro está en todas partes, que con su potencial de abstracción termina por deconstruir la delimitación del narrador: aspirar a convertirse en una imagen al igual que la misma mujer, aceptar y acelerar la continuidad de la vida, escapar a la condición del exilio para, asimismo, exiliarse en un territorio creado por la luz, el artificio de la materialidad.
Probablemente este destierro conlleve la aspiración a volverse una imagen de sí mismo, a plantarse en el gélido mundo de las ideas, de las imágenes, de los fotogramas (¿es, entonces, el cine el deseo del exilio?). La otredad reconfigura al individuo, pero la búsqueda de otro territorio se dispara a un devenir irrazonable en el que el único punto específico es el arraigo a una figura definida y a la vez vacía. El protagonista de Bioy deshecha la territorialidad, lo posible en la apropiación, para adentrarse en el anti-territorio y aun así pervivir en el aparato truculento de lo continuo. El protagonista de Resnais huye de los fríos jardines de Marienbad con su objeto de deseo, aún bajo la incertidumbre de si la fuga no representa una instancia más de un presente condenado al vaivén infinito, a la desestructuración y estructuración de lo perceptible y lo deseable.
No sé si Bioy alguna vez visitó Marienbad y sus jardines, es muy probable que sí. No cuesta trabajo imaginar su marcha bajo la escultura de Apolo, no es difícil trazar su recorrido entre los jardines hiperbólicamente geométricos de Marienbad, tampoco es improbable su ruta por los pasillos inacabables del palacio y a la vez por los desmesurados espejos que los adornan. No sería entonces imposible que el mismo deterioro elegante sufragado por el espacio le impresionara en la manera que a Resnais y le provocara un semejante asombro hacia una construcción en la que la historia pareciera escindirse de su adjudicada naturaleza subsecuente y focalizarse en un solo instante, en una sola y descompuesta realidad.




[1] Para más información sobre “El Gaucho” Güiraldes y la literatura nacional, puede consultarse el ensayo “Sabor Trooopical” entregado con anterioridad por éstos sus queridos estudiantes.
[2] En México: Vecindades. Véase en Argentina “El Conventillo del Chavo del 8”
[3] Guzmán, Flora. “Introducción”. Los siete locos. Ed. Cátedra, pág 50

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Fuimos los integrantes del esquipo a un café cercano a la facultad para leer en voz alta los poemas escogidos. Éstos fueron: de Vallejo: “Los heraldos negros”, un par de cantos de Trilce, un poema en prosa y uno, el segundo, de España aparta de mí este cáliz. La dinámica era leer los cinco poemas seleccionados y después emitir juicios.
De Vallejo se habló bastante. Se señaló su evolución poética. “Se aleja de las formas clásicas y marca una distancia respecto a su identidad local” dijo alguien. Coincidimos en que el mejor Vallejo, a nuestro parecer, era el Vallejo ya alejado de sus conflictos de tierra y del dolor de los indios. Alguien señaló algo respecto al conflicto religioso que se siente en su poesía y su manejo deslumbrante del lenguaje. La cantidad de neologismos que entorpecen muchas veces la lectura pero que le agregan un color sonoro inconfundible. Después nos centramos en Trilce y de él se dijo: “Todo Trilce sigue una línea vanguardista con reminiscencias del modernismo”. Al final releímos fragmentos de “El buen sentido” y de “Batallas”, los más brutales.
De Borges se señaló la influencia de la poesía norteamericana. El viceralismo del primer Borges que contrasta enormemente con el segundo que ya matiza ese viceralimo a través de una serie de símbolos ya codificados: la eternidad, lo histórico. Se habló sobre todo de “Ars poética” en el que toda la formalidad del poema es el propósito del fondo. Se comparó el Borges de Fervor de Buenos Aires con el Borges adulto, el más complejo y, a ratos, también más transparente y honesto.
Huidobro tuvo que ser leído por partes (sobre todo el Canto V de Altazor). Yeesica comenzó leyendo pero no pudo terminar. Pepe continuó pero, después de quince minutos y de como setecientos molinos, desistió debido a la falta de aire. De Huidobro se dijo: juega entre significado y significante; funde metáforas de lo natural y lo mecánico; tiende a hiperbolizar. Se habló de sus constantes: el paso del tiempo, de la vida, lo universal y el universo. Se dijo, respecto al Canto V, que crea un ritmo ascendente y descendente. Para finalizar con el juicio de que Altazor es un libro que irremediablemente se consume a sí mismo.
Por último el buen Girondo quien se leyó ágil y rigurosamente. De él se dijo: maneja, a veces, como tema central la culpa; tiende a hacer muy sonoros los poemas repitiendo sonidos específicos; posee un tono desesperado que se contrapone a la construcción poética más serena; relaciona sus sentimientos con un paisaje inmediato; su poesía tiende al rechazo de lo vivo y lo humano.
Todo conforme se decía fue anotado en una libreta. Al final, después de varios cafés, malteadas y coca-colas, nos fuimos, dicho sea de paso, un poco golpeados por Vallejo.


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Calle falsa 123


Es de noche en Patetópolis, la literatura necesita ser reivindicada, sólo un grupo de seres extraordinarios podrá cambiar el curso de las letras, este no es el caso...



Manifiesto Real Patetista


1.- Aceptamos con resignación la idea de la imposibilad de la renovación.

2.- Ninguno es Bretón aquí.

3.- Como dijo Bolaño: La juventud es un engaño.

4.- Renegamos de la autocomplacencia

5.- El cine es poesía.

6.- Somos reiterativos: el cine es poesía.

7.- Despreciamos la idea de que hablar de literatura es falso snobismo: es snobismo.

8.- Las patrias no existen.

9.- Tlateloco sí se olvida.

10.- Góngora vuelve a casa.

11.- El embuste no es mentira es recreación.

12.- Sí creemos en las becas, los dieces y los premiecillos.

13.- Buscamos Ítaca y afortunadamente se ve lejos.

14.- ¿Quiénes somos nosotros para tener un manifiesto?

15.- Hay un blog, el que se está escribiendo.

16.- "Hay muchos libros por leer, muchas películas por ver y la vida no es tan breve como se piensa"

Bienvenido a Patetópolis

Patetópolis a 1km

















Patetópolis a 2km (disminuya la velocidad)

Patetópolis a 3km


Poema en audio: Dónde está la sombra... de Roberto Juarroz por Roberto Juarroz

Patetópolis a 4km


Si en este mundo no existieran los ancianos sería imaginarse cómo del rostro sonrosado del niño, que refleja una vida aún informe, puede surgir ese pergamino duro que es el rostro pálido del anciano, plagado de arrugas trazadas por la vida, a lo largo del tiempo, una después de otra, sin fijarse en la armonía. Unas pueden significar pensamiento, quizá pensamiento doloroso, además del propio dolor de la carne, que se encoge o se estira por falta de alimento o por exceso de alimentación, tantas cicatrices que borran las arrugas originales, a no ser que, por estar hechas del mismo material produzcan su caricatura.


Italo Svevo, Joyce