lunes, 13 de diciembre de 2010

Bitácora del capitán: de la niebla



Se me hace más cómodo leer con el dedo en alguna parte que ya haya leído del libro. Porque así puedo sujetarme a lo que leí sin ningún afán de memoria fotográfica. Me muevo de esta manera de los ojos a mi dedo y en el trayecto puedo sentir cómo se desembaraza inopinadamente la calma. Siento una tensión débil y próxima que no me es adversa ni confusa. Porque siendo así las cosas, creo que mi cuerpo presiente un pasado del libro sobre el cuál puede descansar al alborozo que antes de llegar a la lectura tenía y que aún tengo pero de este modo prescindo de él. Tengo en la yema de mis dedos el eco de un grito que calma mi cuerpo, como el silbido lejano de un tren en plena media noche, oculto entre las estrellas, cuando antes fumaba en cada balcón que encontrara oculto por las sombras. Mi cuerpo deduce un tibio recuerdo sin recordarlo del todo. Tal vez, por esto, siempre apresuro mi lectura en las primeras partes de cualquier libro. Y es por esto, que todas las introducciones, me parece, deben ir al final. Así, “el pararrayos” sirve, adecuadamente, después de la tormenta.

Amado J. Peña Broissin

2 comentarios:

  1. bueno, bueno, bueno.... ahora sí me dejaste sorprendido, creo que captaste una de las sensaciones más bellas de la lectura

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  2. Siempre mío. En tu sombra.

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